Es indudable que nuestra sociedad actual posee algunas facetas que nos distinguen de forma sensible con la forma de vivir de nuestra especie en épocas pasadas. Pero
si tuviéras que elegir un indicador que permita reflejar cómo es nuestra sociedad en el momento actual ¿cuál elegirías? ¿la movilidad? ¿la alimentación? ¿la tecnología? ¿la cultura? ¿el trabajo?
Si yo tuviera que elegir un indicador sería sin duda los residuos. Con un sencillo análisis de nuestra bolsa de basura se pueden responder la mayoría de las preguntas sobre nuestra sociedad: cuánto compras, cómo te alimentas, qué tipo de tecnologías utilizas, qué nivel cultural posees.. en resumidas cuentas, cómo son tus hábitos de vida.
Pero, ¿cúal es nuestra actitud ante los residuos que generamos? ¿De dónde vienen? ¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Dónde irán? ¿Servirán para algo? Lo que está claro es que como ciudadanos no nos sentimos responsables de estos residuos: "la culpa de tanto residuo es de los productores", "la obligación de quitarlos de delante mío es de las administraciones, que además me cobran un ojo de la cara por la tasa de la basura...".
Y mientras tanto, ¿yo que hago? Durante el período en que el residuo está en mis manos yo soy el responsable de él ¿lo gestiono bien o me limito a desprenderme de él?
Es obvio que tengo que exigir que el resto de los actores del proceso lo hagan correctamente: que los productores generen menos embalajes, que la distribución sea sensata y cercana, que mi ayuntamiento, mancomunidad o comunidad autónoma gestione correctamente los residuos, que el porcentaje de reciclaje sea lo más alto posible, que los Sistemas Integrados de Gestión (como
Ecovidrio o
Ecoembes) sean eficientes con los materiales que yo separo en los contenedores de colores...
¿Qué puedo hacer?
Hasta el momento se nos ha otorgado un papel poco definido, en el que básicamente somos los que pagamos. Cuantos más embalajes tenga un producto más pagaremos por él (o por su gestión), cuanto peor sea la gestión de los residuos más alta será la tasa que tendré que pagar por ellos (el impuesto de basura) y cuantos más problemas ambientales se generen (vertederos legales o ilegales) más impuestos de todos se dedicarán a resolver estos impactos...
Ya no vale la frase "si separo hacen negocio con mis residuos, yo no separo si no me pagan por ello". Por suerte los residuos tienen valor, y su gestión es un negocio. Por lo tanto, ésto no debería costarnos tanto dinero como ahora nos cuesta y además su gestión podría ser eficiente casi al 100%. Nuestro beneficio es la correcta gestión de esos residuos y evitar de esta manera problemas ambientales muy graves. A nadie le he escuchado la frase "yo no compro el medicamento que necesito porque están haciendo negocio con ello"...
Comprar, comprar y comprar
La piedra angular de todo esto es nuestro sistema de consumo que tiene como lema "cuanto más mejor" y nos hace perseguir la felicidad detrás de cada uno de los productos que compramos. ¿Cómo cambiar? Es tan sencillo como formularnos la pregunta "¿Realmente lo necesito?" Después de esto podemos elegir el producto con menos envases, el más respetuoso, etc. Esta claro que cuanto menos compremos menos residuos se generarán. Una solución propuesta es el
decrecimiento.
20 años de recogida selectiva
Todos tenemos cerca de casa contenedores de colores, donde de forma totalmente voluntaria podemos separar y depositar algunos de nuestros residuos. A día de hoy es el único sistema de participación que han puesto a nuestro alcance. Lo malo es que la participación cuando es voluntaria es muy irregular, y los porcentajes de reciclaje son todavía muchísimo más bajos de lo que podrían ser. A su vez, los encargados de esta gestión, los SIG como Ecoembes o Ecovidrio, no han demostrado la eficiencia que se les pretendía y sus porcentajes de reciclaje se caracterizan por su poca transparencia y su presumible baja eficiencia. Es indudable que en los 20 años que lleva instaurado, este sitema ha sido un primer paso para plantearnos el reciclaje, pero su estancamiento y su mala gestión requieren que nos planteemos otras fórmulas, y éstas pasan sin duda por aumentar nuestra participación como ciudadanos.
Sistema de depósito, devolución y retorno
Este concepto aparece actualmente en el debate una vez aprobada la nueva Ley de Residuos. Pero todos recordamos cómo hace muchos años esto se realizaba con buena parte de los residuos que generábamos. Lo más recordado son las botellas y botellines de vidrio, que había que devolver a la tienda una vez que habíamos consumido su contenido. Éstas botellas eran reutilizadas, es decir, se lavaban y se volvían a rellenar de contenido (leche, refresco...). Actualmente el
sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR) se ha instaurado en más de 30 países, el más significativo Alemania. Funciona así: al comprar un producto te cobran una tasa por el envase (25 céntimos). Esos 25 céntimos se te devolverán cuando devuelvas el envase. Esto se realiza normalmente de forma automatizada mediante máquinas que recogen tus envases y te devuelven el dinero en forma de vales descontables en la siguiente compra. De esta manera se aumenta hasta un 98,5% la tasa de reciclaje, pues nadie quiere perder esos 25 céntimos que ha dejado en depósito. En España, la
Fundación Retorna ha propuesto la implantación de este sistema con el objetivo de aumentar la tasa de reciclaje aplicado a los envases de bebidas (latas, botellas de plástico y vidrio). El ciudadano aumenta su participación en la separación de los residuos para no perder el dinero del depósito. Un paso más sería que parte de esos envases de bebidas, principalmente los de vidrio, no se enviasen a reciclar (destruirlos para generar nuevos envases con ese mismo material) sino que se reutilizasen mediante un sistema de retorno (limpiar y volver a llenar) mucho más eficiente energéticamente.
Puerta a puerta
Otra posibilidad, que ha comenzado a implantarse en algunas localidades es la recogida puerta a puerta. Este sistema, que lleva algunos años implantado en municipios de cataluña, supone un paso más allá, pues la recogida de los residuos se produce en la puerta de cada ciudadano. Desaparecen por lo tanto los contenedores de las calles. La novedad es que el ciudadano cada día saca sólo un tipo de residuo, con lo cual se fomenta la separación de los mismos e incluso su reducción. Se avanza en la responsabilización del ciudadano con los residuos que genera y deja la puerta abierta a la sanción si no se separa, pues con este sistema se puede identificar con gran facilidad al ciudadano que no separe. Este sistema supone un aumento de la inversión en la recogida, pero disminuye de forma considerable el costo de la clasificación de los residuos en las plantas de clasificación, la inversión en contenedores y limpieza y el porcentaje de residuos depositados en vertedero. Sin duda, su principal ventaja es el espectacular incremento de los procentajes de recuperación y reciclaje, cercanos al 100%.
Más información en
http://www.portaaporta.cat/es/
Autogestión
¿Qué podemos aprovechar nosotros de forma directa? Algunos de los residuos que se producen en nuestro hogar pueden ser fácilmente aprovechados por nosotros mismos convirtiéndolos en recursos y ahorrando dinero.
Algunos ejemplos:
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Reutilizar. La imaginación al poder. Nuestra bolsa de basura es un cofre del tesoro y seguro que le podemos sacar nuevas utilidades a nuestros residuos. Flores de plástico, ceniceros con latas de refresco,
bolsos con camisetas usadas, disfraces con envases,
muebles de cartón,
bolsas herméticas,
decoración... hay miles de opciones. Imagina, busca información y reutiliza.
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Hacer jabón con aceite usado. Todos sabemos que el aceite vegetal usado es muy contaminante si lo echamos por el desagüe. Si queremos aprovecharlo nosotros mismos podemos hacer jabón, a la vieja usanza. Sólo necesitaremos el aceite vegetal usado, sosa caústica y agua. Le podemos añadir esencias, texturas y colores. De esta forma tendremos de una forma muy sencilla el jabón de toda la vida, de gran utilidad para lavar ropa, como jabón de mano, en agricultura ecológica, como limpiador...
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El compostaje. Una gran parte de los residuos que generamos son materia orgánica, es decir, restos de comida. La mayoría de estos residuos se componen de restos vegetales. Los residuos vegetales se pueden descomponer de una forma fácil, sin olores y sin gran esfuerzo. Si vivimos en una casa con jardín o huerto podemos optar por una termocompostadora o por realizar una pila de compost. Si vivimos en un piso podemos pedir ayuda a unas pequeñas amigas, las
lombrices, que nos ayudarán a descomponer estos residuos de una forma controlada y en poco espacio. El resultado final es el compost, un excelente abono natural para nuestras plantas, nuestro huerto o nuestro jardín.
Esta claro que queda mucho por hacer. Sin duda todo pasa por un aumento de la participación de la ciudadanía y por la exigencia al resto de agentes que participan en la gestión de los residuos de que actúen con responsabilidad y eficacia. Y, sin lugar a dudas, la mejor solución es la reducción.