Glamour

03/10/2010

Como los ángeles al caer el sol observaba continua y distraídamente el ir y venir de los mundanos transitando ensimismados aquella rue parisina.  El glamour fresco, innato, bañaba su personaje con la superioridad de la que acostumbra a deslumbrar con su elegancia. Y una postura más que estudiada aportaba el toque final a tan resplandeciente ostentación. De repente cruzó, caminando liviano hacia el lado opuesto de la acera, tan joven, apuesto, dinámico, elegante, informal… ¡era sin duda el hombre de su vida! Él le dirigió una fugaz mirada. Ella se limitó a dejarlo escapar.  Los maniquíes de alta costura no pueden ni guiñar un ojo… ni llorar.

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